A las siete de la tarde habían terminado mis clases de canto y música en la academia de la Anda.
Mi papá me apoyaba mucho en eso de la artisteada. Yo, trataba de sacarle el mayor provecho posible a ese sueño de cantar, y vaya que enfrenté mis temores, ya que siendo un chico bastante tímido aprendí a cantar frente a mucha gente y a disfrutarlo a la vez.
Una de las compañeras nos invito a su casa, la cual no quedaba muy lejos de ahí. Solo dos o tres la acompañamos.
Pasamos un buen rato con su familia, vimos videos musicales, platicamos, reímos, pero ya pasadas las 8 de la noche me despedí, no podía quedarme mucho tiempo.
Claro, era un chico de a pie y de camiones, así que me encaminé hacia la Zona Río, unas seis cuadras, para una vez ahí tomar uno de los dos transportes públicos para llegar a casa.
Una vez parado donde esperaba el camión me lleve una sorpresa bastante desagradable, no lo podía creer. Mis bolsillos estaban vacíos, ni un solo peso me acompañaba. ¡Pero que descuido!, ¿Como me pudo pasar esto de no llevar dinero?
Me estaba angustiando y pensé en pedirle dinero a la gente que pasaba por los lados, ¿Y si le pido dinero a esa señora?, ¿Y si mejor le pido a ese anciano y le explico a donde voy?
Pero me ganó la timidez o la vergüenza de mi situación, y al ver que el tiempo avanzaba drásticamente, me armé de valor. No tenia que pensarlo mucho y me decidí, no a pedir dinero, sino a irme caminando a mi casa, la cual no estaba para nada cerca.
Me preocupaba mucho cierta persona especial que me esperaba en casa, siempre a la misma hora.
Me consideraba a mi mismo como buen caminante, en ese entonces ni de chiste era corredor, ni tan solo un poco. Lo malo del asunto es que llevaba zapatos lo cual hacia mas difícil el apurar mi pies.
Ver el monumento de Cuauhtemoc me hizo ubicarme en la realidad de la lejanía para llegar a mi hogar.
Dejé Zona Río, subí la rampa a un lado de la colonia Libertad, había que subir y subir, con destino próximo al aeropuerto.
Todo nervioso y acongojado sabía que si no me apuraba llegaría hasta la media noche. Así crucé varias colonias, 70-76 a un lado, Libertad parte alta del otro. Así que troté, como dije, no era corredor ni nada parecido, pero trotaba sin parar, no quería parar.
Llegué a la calle del aeropuerto, pero con mis pies adoloridos, esos zapatos estaban mas pesados y ajustados de lo que creía que eran. Sentía el surgimiento de algunas ampollas. Ni hablar, yo me había buscado todo eso.
Y sucedió que alguien se apiadó de mi, un señor que detuvo el andar de su coche me invitó a subir. ¡Que maravilla!, le agradecí mucho a ese "angel" por el raite. Solo fueron pocos kilómetros, pero me sirvieron de mucho, descansé mis piernas y ahorré tiempo.
Lamentable fue que el no iba en mi dirección, así que me bajé donde comienza el bulevar Bellas Artes en Otay.
En ese entonces no sabía calcular distancias, no obstante, sin saberlo me restaban cerca de seis kilómetros mas.
Cansado, sediento, hambriento y preocupado lamenté mi falta de valor para pedir algo de dinero en la calle, o al menos debí haberme regresado a la casa de mi amiga y pedirle prestado a ella.
Seguí alternando caminata rápida con trote mientras me dirigía en linea recta por el bulevar industrial.
Ya pasaban de las diez de la noche y yo era un chico que no acostumbraba a llegar tarde a casa a menos que supieran de mi, a donde fui y con quien estaba, pero ni una moneda me encontré tirada por casualidad para llamar y avisar desde un teléfono público.
"Ojalá alguien me reconociera y me diera raite"; mis piernas ya estaban muy cansadas, mis pies dolían mas debido a los incómodos zapatos.
Las horas esa noche me parecían tan cortas y a la vez la noche tan eterna... "¡yaaaaa!, ya quiero llegar... perdóname mamá por ser tan torpe y llenarte de preocupaciones".
Las horas esa noche me parecían tan cortas y a la vez la noche tan eterna... "¡yaaaaa!, ya quiero llegar... perdóname mamá por ser tan torpe y llenarte de preocupaciones".
Entré al fin a la colonia Las Torres. Nunca había tenido tantas ganas de llegar a casa. Eran tal vez las once de la noche y mis pies se apuraban cada vez mas y mas.
No paré hasta ver la casita y mi madre afuera con dos de mis hermanas esperándome, ella dio algunos pasos adelante para recibirme... su rostro cambió de la angustia a la felicidad al ver que me encontraba bien, había llegado a sus brazos... me di cuenta que no importaba tanto llegar a casa, sino llegar a ella, a ese corazón que tanto anhelaba verme llegar.
No paré hasta ver la casita y mi madre afuera con dos de mis hermanas esperándome, ella dio algunos pasos adelante para recibirme... su rostro cambió de la angustia a la felicidad al ver que me encontraba bien, había llegado a sus brazos... me di cuenta que no importaba tanto llegar a casa, sino llegar a ella, a ese corazón que tanto anhelaba verme llegar.
Gracias, estimado Héctor, por tu comentario y visitas a mi blog; yo también he estado leyendo algo de lo que tienes aquí en corre, Héctor, corre, esta historia "camina o trota, pero vuelve a casa" se me hace tan buena incluso como para llevarla a mis lectores y decirles, “felices y cálidas fiestas”; ya la agregué a mi archivo para si no hay problema contigo, repostearla en diciembre, aunque parezca que no tenga nada que ver, tiene mucha calidez... Y me identifico, que hermoso es llegar a casa, y ser recibido por un abrazo amoroso de mamá. Otra vez, gracias.
ResponderEliminarLE
Hola Leopoldo, por supuesto que tiene mi permiso para re-postear el tema en diciembre, de hecho me encanta la idea.
ResponderEliminarA veces uno escribe algo muy personal y no se tiene idea de que tanto le pueda gustar a otras personas, y es un sentimiento muy bonito el poder tocar algunos corazones, cuando no se tiene la certeza de si lo que escribiste va a gustar o no. A veces simplemente uno quiere confesar esa vivencia, es como una especie de desahogo, usted que es escritor me ha de comprender.
¡Saludos, un abrazo, y gracias por visitar mi blog Sr. Leopoldo!
Gracias, estimado Héctor, Por su puesto que te entiendo, en mi opinión, cuando escribimos esas cosas que pueden ser tan personales, es cuando llegamos a un momento de alta inspiración.
ResponderEliminarUn abrazo,
LE
¡¡Que bonitas historias pones! Me hiciste chillar tantito! ¡Te quiero mucho primo!
ResponderEliminarKarla Huezo
Gracias, estimado Héctor por permitirme comartir esta historia a mis lectores; relato que por obra de la casualidad encontré y me hiciste saber lo trascendental de ese abrazo; más adecuado tu relato para estas fechas de diciembre; regalo y tarjeta, tarjeta y regalo... y, el tesoro escondido de un consejo.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo, tal vez no tan trasendiente como ese, pero si que te cobije, de abrigo y vuelva a cobijar sea dado por tu familia y amigos.
Aquí te dejo estos comentarios que realmente son para ti.
Vicky dijo...
Que hermosa historia hasta sentí ese temor, cansancio, mortificación y sentir aliviada ese abrazó! Y, sí éstas fechas son para volver al núcleo del hogar! Mis mejores deseos de Navidad…
Luis dijo…
Igualmente mi amigo, mi familia y el capitán Bugs Bunny te deseamos una hermosa navidad!
Rocio dijo…
Gracias, Héctor, Igual Para ti que se te cumpla todo lo que desees en este 2015.
Idania dijo...
ϝҽʅιȥ ɳαʋιԃαԃ!!
Jaciel dijo...
feliz navidad y prospero año nuevo a todos.
Yolie dijo...
gracias señor Héctor también usted que la pase muy bien con los suyos.
Noemi dijo…
grazie
María Cristina dijo...
¡Feliz Navidad para toda la familia!
Bianca dijo…
Felices fiestas ¡Héctor! Saludos bonita historia!
Alain dijo…
Feliz Navidad mi hermano, un cálido abrazo desde acá.... Bendiciones, paz y bien mi brother!!
Ángela dijo…
Feliz Navidad es Jesús, Dios contigo, Héctor.
Jorge dijo...
Siga compartiendo tan bonitas historias, don Héctor.
Pato dijo…
Hola. Felices fiestas Héctor, tienes un buenísimo repertorio en tu blog, felicidades. Es una excelente retroalimentación. Gracias por compartirlo. Te deseo feliz navidad y prosperísimo año 2015!