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miércoles, 7 de mayo de 2014

Madre Celestial, corredor terrenal


Estaba entrenando para maratón esa vez. Me dije: Iré hacia allá, son unos 12 kilómetros para llegar. Hay buena subida pero, es parte de la preparación. Estaré allá un buen rato. Platico con ella, limpio un poco el lugar, descanso y luego me regreso, igual, corriendo esos 12 kms. de vuelta a casa.

Bajé, crucé calles, semáforos, un puente, más semáforos. Subí por una colonia que ni conocía, pero sabía que por ahí podría llegar. Luego reconocí el lugar sobre unas colinas. Entré a un vado, lo salté, tenía poca agua, troté subiendo una loma, me espiné dolorosamente con una filosa planta similar en forma al agave, lancé un gemido de dolor, rodeé por donde pude, hasta llegar a la cima.

Busqué el caminito pavimentado, subí unos cuantos escalones y, al fin llegué.

Desde el año 2005 que no tengo físicamente a mi Madre. Y siempre siento esa paz y tranquilidad al visitar ese espacio especial en Colinas del descanso; lo que provoca el ver su foto impresa sobre ese rectángulo de cemento, esa bella e inolvidable sonrisa. Me imagino su voz, le cuento mis cosas, en lo que me va bien y en lo mal que a veces me resultan las cosas, a veces por tomar malas decisiones. 


Mis padres Héctor y Rosario.


Riego las plantas, y a veces me pongo a cantar bajito, ahí bajo la sombra de un mediano arbusto. Y recordé... siempre que estoy ahí sentado me acuerdo de un suceso especial que me aconteció en una visita anterior:

En esa ocasión estaba muy sensible sin duda, le decía cuanto la extrañaba, y de las ganas inmensas que tenía de oír su voz, de sentir su abrazo, de sentir su presencia. 
Como casi siempre suelo hacerlo, entoné unas canciones, las que sé que le gustaban, con voz apenas audible, pues sólo eran para ella. A escasos dos metros había un pájaro pequeño tipo petirrojo que se había parado en el arbolito de enfrente, y brincoteaba de rama en rama, curioseando.
Miré hacia el cielo azul. Era un día muy bonito, claro y soleado, y en una ocurrencia o locura, le pido a Dios que le de a ella permiso de visitarme y entonces dije en voz suave algo así:

¡Por favor! Me gustaría saber si ella escucha todo lo que mi corazón le está diciendo. Dame un señal de que es así, necesito sentir a mi Madre conmigo... haz que ese pajarito que está en ese árbol se coloque sobre mi aunque sea un instante, y así sabré que el ave es ella, mi mamá, o así sabré que ella me escucha cuando le hablo. ─Me callé y agaché la cabeza.

No sé cómo, tal vez concentré mi energía en ese deseo, pero...  pero sucedió. Me estremecí cuando vi volar el ave hacia mi. No me quise mover ni un poquito. Se había posado sobre mi hombro izquierdo, y toda mi piel se erizó; estaba conmocionado, que tan sólo alcancé a decir: "¡Hola!"  y en un par de segundos (que deseé hubiesen sido minutos) el pajarito voló de regreso al árbol para estar otros dos segundos ahí, me miró y se fué. Voló lejos, quién sabe a dónde.

Ahora lloraba un poco, pero de alegría. Tuve que agradecer por semejante regalo, por esa bella y celestial manera de cumplirme un deseo.



Foto: Ricardo Castillo


Sí, eso sucedió en una visita anterior, y desde entonces sé que en momentos clave de mi vida ella sigue presente en mi. De hecho siempre me he considerado una extensión de su vida, sé que si voy a un lugar lejano, a un maratón o de vacaciones ella va conmigo. Que si veo el mar, un bosque o en un jardín de flores ella está disfrutándolo también a través de mi... las flores, eran casi su obsesión, las amarillas sobre todo; en sus manualidades llegó a hacer flores de papel, de popotes, de alambre e incluso de jabón para manos. Crear flores era lo suyo. ¡Qué bella mi Madre!

Por cierto, me disculpé por no llevar flores. Era hora de regresar, de bajar como pudiera por entre las espinas y el vado, y por no seguir el mismo camino bajé por otro lado, pero error, ahora una jauría de perros adelantados a su amo salieron a perseguirme (y no exagero pues conté como ocho canes). Él debe haber pensado que yo era un ratero queriendo entrar a su propiedad. Solo corrí con piedras en los puños, huí por lo seco del vado hasta salir a la calle por donde había llegado.

Ahora a regresar a casa, con ritmo de unos 5 minutos por km. y con muy poca agua en mi botella. Pero contento, por cumplir con mi visita, aunque sé que en realidad "Ella" no está ahí, está en mi mente, alma y corazón, y que la llevo en mi vaya a donde vaya, porque su amor tan grande y verdadero siempre estará impregnado es todas las moléculas de mi ser.





 A Mamá Rosario 


Dormía abrazado a tus ropas
las últimas que usaste mientras vivías en casa.

No quería que mis lágrimas las humedecieran
ni que mis puños las estrujaran hacia mi sofocado e inconsolable pecho.

Encadenado a la pesadumbre, una larga temporada así transcurrió
hasta que resignado, aquellas ropas guardé, no para olvidar
tan sólo para mitigar un poco el dolor.

Y aunque la tristeza se había mudado a mi habitación
te inventé un viaje, una nueva vacación, del cual volverías algún día
cuando quisieras, cuando me extrañaras.

No obstante, sería egoísta si te pidiera volvieras ya
pues te prefiero rodeada de luz y en una amarilla rosaleda
porque te quiero inmensamente feliz, por eso mejor quédate allá
y te ruego me invites a verte cuando ya me tenga que marchar

porque sí muero... muero de ganas por oír tu voz
por besar tu sonrisa, por volverte a abrazar.
                                   




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