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miércoles, 23 de marzo de 2016

Carrera 25 kms de Baja Trail 2016



Algunos pensarán que no soy trail, porque no corro ultras... ¡ah pero como me gusta entrenar en el Cerro Colorado!, y si por mi fuera me la viviría en el Cóndor si no estuviera tan lejos. Así que animarme a recorrer los 25 kilómetros del reto de Baja Trail era sumamente tentador. Quería vivirlo y que no me lo contaran.

Pocas veces he entrenado en el Camino ancho Cuero de venado, pero jamás había ido a la meseta ni más allá. De algún modo sabía lo que me esperaba.

A las 7:30 a.m. salimos los corredores de la distancia de 25 kms. que los del ultra de 50k habían salido una hora antes entre el frío y la neblina.

Llevaba un cinturón tipo mochila para cargar geles, gomitas y un suero ─cargaba otro en la mano derecha─. El arranque fue bajo mucha euforia... yo, muy emocionado por lo que se avecinaba. 

Calculé unos 30 o 35 corredores delante de mi, y me gustó el número, pues me había puesto como objetivo quedar entre el top 30, que para ser mi primera experiencia totalmente trail me parecía suficientemente bueno si lo conseguía, si es que no tronaba más adelante, pues Luis Morúa me advirtió que la distancia al subir y bajar constantemente se sentía casi como un maratón, por cierto, él fue quien me prestó el cinturón.

Muy pronto dejamos el camino ancho para adentrarnos al monte, subiendo y bajando colinas, aunque los primeros kilómetros fueron más ir en ascenso que otra cosa.



Por el km 5 bajamos hacia un arroyo, ahí quien no tuviera cuidado podría bajar pero rodando, pues era terreno bastante inclinado. Pasamos por debajo de arbustos, siguiendo a los de adelante, o si los perdía de vista pues a buscar visualmente los listones azules colgados en alguna rama o matorral. Éstos listones fueron realmente útiles, no tuve mayor problema en encontrar el camino marcado.

Llevábamos buena velocidad... yo sentía un poco de presión por apurarme aunque estuviera cansado, pues el senderito era tan estrecho que uno no dejaba pasar a los de atrás. De plano cedí el paso un par de ocasiones. Luego subimos un trecho para llegar al primer Check point... me daba cuenta de algo, que acostumbrado a las carreras de velocidad comencé a extrañar un terreno plano para poder tomar mi velocidad, pues casi no me gusta caminar ni ir muy lento... pues al trote, ya que nos indicaban que teníamos que seguir subiendo un poco más.

Pero esa cuestecita fue buena, porque a partir de ahí seguimos un sendero que apuntaba directo a la famosa Meseta ─un cerro que está plano en su parte superior─. Al ir bajando sentí el enorme gusto de poder correr, sí, que acelerar el paso es algo que disfruto; solo que alcancé a cuatro personas que iban en fila india y de plano no podía rebasarlos pues a los costados habían rocas, plantas espinosas y otras tipo cactus, hasta serpientes podría haber por ahí enrroscadas, así que mejor a seguir el paso de los de enfrente y tener paciencia. Mientras a seguir bajando.

El clima ideal, muy fresco, corriendo con el inicio de la primavera, que por fortuna no soy alérgico al polen.
Iba disfrutando del panorama que se extendía frente a nosotros. Al bajar el cerrito había una senda amplia con un suelo muy pedregoso, pero al fin corría libre. Pronto llegamos al km.8 donde nos indicaban que camino tomar... me pareció ver un par de hadas, o estaba alucinando, no se que tenía el gel que me tomé minutos antes o quizás era el aroma de las plantas que me generaban una buena dosis de endorfinas.

Imagen de: Viviana Garay

Al subir un poco más era para llevarnos a la siguiente pendiente. Fue sobre un terreno de tierra un poco húmeda, por donde el ganado vacuno claramente suele pasar por ahí. Algunas merodeaban a lo lejos y prestando atención a los locos corredores.
Me dejé llevar por la gravedad, de pura emoción agarraba velocidad, ni siquiera pensaba en dejar atrás a otros, solo en hacer mi propia carrera lo mejor posible.

Llegamos al pie de la meseta, ahí saludé a Juan Othon, esposo de mi amiga Claudia Soto. Lo saludé y le pregunté por ella, me dijo que iba un poco adelante.
A seguir subiendo. Pasamos bajo las sombras de un trecho boscoso, un lugar recóndito que se antoja mágico si tomamos en cuenta que Tijuana no parece poseer nada semejante, a menos que te adentres a este tipo de terrenos. (Debo de volver en otra ocasión para pasear lentamente y ver todo con detalle).

Había muchos corredores ahí. Poco a poco me fui dando cuenta de que éramos ya gente de las dos distancias, pues algunos señores me dijeron que iban por los 50 kms.
Un poco más adelante fue necesario trepar, pensé: "¿Qué no se trataba de una carrera?, sí lo era, pero de obstáculos, ya había corrido, trotado, caminado, saltado y ahora trepaba. Íbamos varios en fila, sujetándonos de ramas, raíces, rocas, de lo que se pudiera con tal de lograr el ascenso... sumamente interesante me estaba resultando el reto, y con lo que me encanta estar entre la naturaleza!

En todo el camino yo hablaba y hablaba cada vez que podía, normalmente no soy así, pero el gusto por estar en ese lugar y participando, no dejaba de repente de dar alguna frase de ánimo a otra persona o a decir alguna frase según yo chistosona para que no se perdiera el optimismo o la alegría; creo que eso no era necesario, pero debido a mi palabrería a un chico le dio por seguirme el rollo y también comenzó a platicar y a hacerme preguntas; ambos nos fuimos formulando preguntas mientras caminábamos rumbo al siguiente check point. 
Me daba gusto que él seguía mi paso e incluso mis instrucciones, pues ambos éramos novatos en el evento. Cuando decía "aquí debemos correr", el joven corría conmigo, o "aquí lo mejor es caminar", igual me seguía. ¡Buen chico!

─Vente joven, si seguimos así, puede que terminemos en unas tres horas. ─le dije.  Él, declaró que no llevaba nada para tomar energía, que haber si la hacía; al momento le obsequié las gomitas de electrolitos. Agradeció el gesto.

Un señor que iba un poco adelante oía nuestra conversación y nos aseguró que no llegaríamos debajo de las 3:30 horas, que era demasiado pesada la ruta. Yo insistí varias veces en que sí podríamos, que incluso 25 kms debajo de tres horas bien los podríamos hacer.


En el punto de revisión tomé dos vasitos de soda, para elevar la energía con la glucosa, y un poco de agua para refrescarme la cara. Fueron minutos vivificantes.

El panorama hacia donde volteara era de belleza indescriptible. Lamenté no llevar conmigo una cámara para tomar fotos, tal como lo hace mi amigo Gabriel Flores, quien sí sabe equiparse muy bien. Una ladera tan verde como soleada a espaldas de la carpa me recordó la serie animada "Heidi", donde los niños corrían en ella arreando las cabras para que comieran pasto.

Fueron muy atentos los jóvenes de Baja Trail por ver que no nos hiciera falta algo, por lo menos les agradecí las atenciones.

Seguí en ascenso con el chico que se me unió, y yo pensando en mi buena suerte, la de ahora tener un compañero para el recorrido, aunque no sabía si él me dejaría o si acaso yo debía dejarlo atrás cuando avanzáramos en algún punto de la travesía.  

Finalmente, arriba de la meseta y me dio la impresión de ser un paisaje semi desértico, como que un corre-caminos iba a pasar de un momento a otro por ahí. El camino seguía marcado con cal. Allá adelante se divisaba una pareja, y tras nosotros solo un corredor se veía a unos cien metros. 

─Poco a poco vamos a ir recuperando velocidad. ─Le dije al chico, sabiendo que seguiríamos de bajada.
La pareja de adelante llevaba tanta prisa que de plano al comenzar a bajar ellos ya casi estaban en el fondo, al pie del cerro. Era bastante accidentado el camino, es decir con muchas piedras sueltas.

Tuvimos que dar espacio al joven de atrás, para que pasara... pero creo que inspirados en él y en nuestras ganas de correr, el chico y yo apretamos el paso poco a poco... nomás tronaban con chasquidos las piedras bajo nuestros pies. Nos fuimos con más fuerza cada vez hasta alcanzar un paso como de 4:20' por km. que bien pudimos caernos pero el buen equilibrio estuvo de nuestro lado.

Admiré el campo que teníamos a nuestro alrededor. Me daban ganas de correr en cualquier dirección.

─ ¡Wow! Qué bonito éste lugar, hasta para hacer un Pic-nic debajo de esos árboles. ─Le dije al chico mientras en mi mente evocaba la película: "Qué verde era mi valle", aunque fuera ésta filmada en blanco y negro. De pronto rebasamos al muchacho que nos pidió acceso al inicio de la bajada... llevábamos buen paso y no teníamos intención de soltarlo.

Fotos: 5, 6 y 8  son cortesía de Yo también corro en Tijuana

Tomamos un sendero que servía para rodear la falda del cerro "Meseta". Algunos árboles a nuestro alrededor me hacían olvidar el esfuerzo que hacíamos... en verdad que no estaba nada cansado, solo llevaba un poco agitada la respiración por sostener el paso, el cual consideré que era algo fuerte para estar en ese terreno. Sentía calientes las plantas de los pies como si se fuesen a llenar de ampollas, solo eso... de pronto me di cuenta que no sabía el nombre de mi compañerito y se lo hice saber, que corriendo nos presentamos:  Yo soy Eduardo... y yo soy Héctor.

Al ir bajando, Eduardo me sorprendía, respondía al paso que yo le marcara. Luego el paisaje nos recibía con vacas corriendo por todos lados, asustadas al vernos. Me sentí como en la serie de "Bonanza" que mi madre veía a inicios de los años ochentas. Fue agradable recordar y vivir el presente a la vez.

La gravedad nos daba buen impulso... correr y correr por la pradera, ah sí "La Casita en la Pradera" del también inolvidable Michael London, pude imaginarlo en esa parte del trayecto.

Con ninguna prisa en especial más que el poder disfrutar las diversas sensaciones que esto produce, seguimos Eduardo y yo a la par. Ya eran 20 kilómetros y el joven me pedía algo porque sentía que se le bajaba la energía, solo me quedaba la mitad de un gel y lo aceptó. No quiso un trago del suero, que en realidad ya quedaba como para dos traguitos.

Entramos a zona de arroyos secos, algunos con grava y otros con poca agua. Brincamos de un lado al otro, siguiendo veredas y los listones azules. Sin querer pasamos a otros dos corredores. 

─No vamos nada mal. ─Dije a Eduardo. ─Pero si tú quieres puedes ir más rápido, adelántate si gustas.

─No, yo me voy con usted Héctor, ya tenemos rato juntos y así hay que seguir. ─Me respondió para mi sorpresa.

─Pues ya nos falta poco. ¡Lo vamos a lograr!

Recordé a Frodo y a Sam, que siempre seguían juntos para apoyarse mutuamente en su travesía hacia Mordor.

Isabel Mata y su esposo Adán, muy cerca de completar los 50 kms.

Llegamos a donde hay un pequeño lago, el cual ha de servir de bebedero para el ganado. Muy bonito lugar, pero el buen fotógrafo llegaría después de nuestra pasada y me perdería de aparecer en una bonita postal.

Pronto arribamos al último punto de revisión. Como siempre muy atentas las personas. Saludé a Lorena Pugga; me preguntó que si necesitaba algo, pero dije que no... ni por agua me detuve, pues aún no me terminaba el suero.

¡Ah el camino ancho por fin! "Entonces podré llegar en 3:00 horas flat", pensé... pero no, una chica que señalaba el camino me mostró la ineludible realidad:  "Es por acá, subiendo por éste sendero"... ahh, y yo que ya me saboreaba el camino ancho para tomar toda la velocidad que me fuera posible... ni modo.

Al poco rato me alcanzó Eduardo, apenas me di cuenta que se había retrasado por quedarse a beber algo en el check point.

─Ni modo amigo, no vamos a llegar en las 3 horas, pero si debajo de 3:20 ya verás! ─Pues sí porque era puro subir y bajar varias lomas, las mismas por donde habíamos comenzado.

El reloj me indicaba que eran 23 kilómetros y en mi estimación seguíamos lejos del Rancho Casián, donde fue la salida y ahí mismo nos esperaba la meta. Al parecer serían más de 25 kilómetros.

Entre subidas y bajadas tuvimos que caminar las cuestecitas más pronunciadas, y de volada recuperábamos el paso en lo "plano" y en los descensos. De improviso sentí uno de mis tenis tropezar con algo. No supe que fue, una piedra o una raíz saliente, que por más que intenté no perder el equilibrio me fui hasta azotar sobre el suelo pedregoso.

Eduardo se asustó, pero yo lo estaba más. No pude evitar quejarme del dolor... hubiera deseado caer en cámara lenta para tomar la decisión de donde y como caer, o si meter las manos, la asentadera o a ver como... pero en un segundo que sucedió por instinto caí de costado, sobre mi lado derecho, llevándome varios raspones por todo lo largo del brazo y un pinchazo de medio centímetro en una llema del dedo medio que no paraba de sangrar... Eduardo me tendió un mano después de preguntarme si me encontraba bien. Qué bueno que estaba él ahí conmigo, que si no, me hubiera arrastrado un rato antes de levantarme, híjole hasta me acordé de "El Renacido" y no por aquello de arrastrarse sino por la sangre brotando por mi brazo en varios trazos.



El joven recogió mi botella ya vacía mientras yo hacía lo mismo con mis lentes totalmente llenos de tierra, y yo que pensé que ya la había librado de caerme, que me fue imposible no acordarme de mi amigo Víctor Puma, y su caída de dos años antes en esta misma carrera. En eso, nos pasó una chica de Linces de Tecate, quien iba por el tercer lugar femenil, pude ver que llevaba raspones en las piernas, sin duda también se había caído. Ella se nos adelantó en lo que me recuperé... caminamos un par de minutos, aunque en total había invertido por lo menos tres en la caída y recuperada.
Luego seguimos al trote hasta que finalmente dimos con el lugar donde daban la pulsera con que sería oficial la entrega de la medalla, pues habíamos cumplido con el recorrido.

Ah que felicidad estar ahora sí en el camino ancho, ya enfilados hacia la meta.

─ ¡Vámonos fuerte! ─Aconsejé a Eduardo. Él venía atrasito de mi, yo quería marcarle el paso, pero él confesó que sentía sus piernas como si fueran a acalambrarse.

¡Qué sorpresa! Ver un tumulto de gente gritando en la esquina, echando porras, entre ellos mi amiga Ninfa Uribe quien portaba una cartulina que no se que decía, pero le devolví una sonrisa. Doblamos hacia la entrada del Casián, y ahí en la meta brotaron de inmediato los gritos de euforia, la algarabía y las porras de muchas voces.



¡Qué bienvenida tan padre que nos dieron!, en lo que a mi respecta, nunca me habían recibido así en ninguna carrera. Zuluz Villaseñor me colgaba la medalla y, tanto ella como Leslie Valladares fueron muy atentas, ofreciendo un alegre y encantador recibimiento. 

Crucé la meta en 3:17 horas, nada mal para ser mi primera vez en ese ambiente y terreno, adicional que la carrera resultó de 26.6 kms.  y no de 25 kms como se anunció, pues hasta en eso hubo sorpresa.

Las hermanas Alejos se mostraron maravillosas con sus gritos de apoyo.  Ninfa tan adorable luego llegó para felicitarme al igual que Eduardo Hernández, el campeón Francisco Isaís, Héctor Romero, y varios colegas más.

Un paramédico atendió las heridas de mi brazo, y yo muy contento y agradecido buscaba visualmente a Lucy entre la gente.

Después me regresé bajo la carpita para beber algo y abracé a Lucy quien al fin apareció; y en eso se me acercaron las amigas corredoras para la foto del recuerdo, y yo sintiendo pena porque seguramente olía a zorrillo molonqueado. Fueron muchos abrazos y felicitaciones de amigos corredores que jamás esperé verlos en la meta. Yo no sabia si me confundían con alguien más. Pero no, sí decían mi nombre es que se trataba de mi, hasta don Raymundo Ricardez que a cargo del micrófono me hizo una pequeña e inesperada entrevista. 

Al poco rato se me acercó un joven a felicitarme y lo reconocí, por la emoción yo mismo lo había olvidado... (¡perdón!), era Eduardo, el chico que me hizo el favor de acompañarme durante 16.6 kilómetros de aventura. Lo abracé y felicité... ¡Lo logramos amigo!

¡Muchas Gracias gente bonita de Baja Trail!... Super el evento, y eso que no hice la distancia mayor.




Gracias por tu Visita!







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