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viernes, 30 de octubre de 2015

¿Es disfrutable el correr un Maratón?

Ayer corriendo treinta kilómetros como preparación a mi nuevo maratón, me dio por pensar en como me iba a sentir en pleno maratón si apenas en el km.25 ya estaba tan agotado... ¡Vamos hectorín, un poco más!  En el km 27 me traicionaba la mente, ya Héctor, ya con estos está bien, otro día que tengas más energía haces los 30... luego esa lucha interna, mental, "no eches a perder los 27 que ya hiciste, no te detengas, aunque sea dale despacio, que si no completas los 30, después te vas a arrepentir".

Venció la vocecita que echa porras, "Tu puedes Héctor". Y que bueno, ya que logré aumentar de nuevo el paso al faltarme solo 1500 metros. Una vez más se pudo. Pero, me preocupa un poco esto, no quiero que me pase en pleno maratón cuando vaya en el km 30  o 35, que si duelen las piernas vaya a querer abandonar o descansar tirado sobre un cesped. ¡Aaaah no!, desde luego que eso ya no debe ocurrirme, que para eso sirven estas tiradas largas, para trabajar también la parte mental.

Y luego pensé en que hay cosas que nadie te dice, cuando eres principiante, quizás para no espantarte, o porque no quieren comentar sus debilidades, que en realidad no son malas, pues eso le da mas valor al logro, porque lograste vencerlas, lograste eludir cada incomodidad, dolor o problema que suponían un obstáculo entre tu y la línea de meta.



     Lo que te han dicho: 

"Corre un maratón, si no lo has hecho no sabes de lo que te pierdes". "Yo no corro distancias cortas, solo me interesan los maratones, algún día corre uno y verás porque te lo digo". "Incluye en tu Bucket List (lista de cosas por hacer) correr al menos un maratón". "La sensación de logro es mucho mayor cuando corres un maratón y consigues esa medalla, que no la cambio por ninguna de 21k."  Etc, etc.


Lo que tal vez NO te han dicho: 

"Pasando los 25 kms te vas a cansar un montón, luego pasando el 30 te vas a debilitar, y a partir del km 33 prepárate para los calambres, que a muchos les pasa y las piernas estarán pesadas y engarrotadas, ─vas odiarte por creer que estabas hecho para eso─ y en parte, debido a que comenzaste muy rápido al inicio, y que no te hidrataste bien en el trayecto". "Correr un maratón a veces se sufre, se llora, se sangra, y duele".

Sí, me pasó todo eso con mi primer maratón, que en verdad no puedo decir que lo disfruté; sentí que me había lanzado al matadero nomás por puritito gusto... sí, pensé que iba a ser complicado pero no tanto, y no fue el "pan comido" que creí cuando solo entrené 30 kms. como máximo.

Dejé pasar un par de años para animarme a correr otro maratón, y le sufrí un poco menos. No obstante, no me desilusionó esa vez (le fui agarrando el gusto), y fue el tercero el que cambió mi perspectiva sobre esta distancia, uno que me hizo revalorar la palabra Maratón, respetarla, y para ello entrenándome mucho mejor para saber enfrentarla y terminar con cierta dignidad y decoro hacia mi mismo, de modo que al llegar a la meta, ver el brillo de la medalla y que me la colgaran en el cuello, que me felicitaran las personas paradas a mis costados, caminar super cansado para salir de la multitud y encontrarme con Lucy, solo iba pensando: "Quiero otro, ya quiero repetir ésto, ¿cual será el siguiente?



Hay muchos factores que están implicados en el disfrute de tu experiencia. Si entraste a un maratón cuando el calor de verano está en su apogeo, que te deshidrataste más de la cuenta, y porque casi no hubo abastecimientos (uuy y con mas razón te madrugaron los calambres), que casi no hubo apoyo en las calles, al contrario le diste coraje a los automovilistas porque ellos no entienden tu esfuerzo, tu pasión ni dedicación a este deporte, y casi te echaban el carro encima... pues son dificultades que hacen mayor el reto, desde luego, pero no dejas de pensar en que las cosas no debieron ser así, si se cuidaran más los detalles de organización del evento. 

Yo he querido por voluntad propia entrar a todo tipo de maratones, y se que unos no son tan disfrutables como otros. Pero así es uno, de pronto mas que un corredor te das cuenta que eres una especie de aventurero de las calles (de cualquier ciudad). Te desafías en diversas situaciones, climas, altimetrías, terrenos, etc. Como si 42.195 kms fueran lo mismo aquí que en la muralla China, o en las duras calles planas de Mexicali. Y que bueno que no son lo mismo, eso hace que cada intento valga la pena por buscar una nueva experiencia.



Correr un Maratón se vuelve disfrutable desde la primera vez, sin duda, lo dicen quienes se prepararon bien, entrenándose de forma adecuada, ya sea por su cuenta, con amigos o con un entrenador.
Y esto lo digo yo: aunque sobra decirlo (porque ya es muy trillado, pero te lo diré a mi manera) que el orgullo y sentimiento de satisfacción al cruzar la meta y ver que si pudiste contra el "monstruo" del atletismo, te hará sentir como nada ni nadie te lo puede explicar pues es algo que sólo se siente, sólo se vive en carne y espíritu propio... sentirás que hay poder dentro de ti, y que tan sólo estaba ahí dormido, latente, en espera por ser descubierto y activado. Al cruzar la meta sabes que ya no eres el mismo.

¡Gracias por tu visita!







lunes, 19 de octubre de 2015

Corriendo bajo la Luna


Alisitos —que yo llamo "mi villa"— para esta época del año, parece más que siempre una villa fantasma. Se acaba el verano y se acaban los turistas. Silencio fugaz en el día, silencio total en las noches. Y, como es un campo para que el turismo haga sus casas de campaña, la villa está diseñada para que no entre nadie, mas que por la entrada, la única entrada al "campo turístico", un solar, vacío... arrullado por las olas del mar, bendecido no sé por qué misterio en el día, y en la noche... a golpe de mar, por una extraña melancolía.

Hace poco —que hubo una súper luna llena— opté por ir a correr, aprovechando que la luna me regalaba una sutil luz que parecía de día. Al ladito del barranco trotaba ligeramente viendo más allá del acantilado cómo la gran luna se reflejaba en el océano Pacífico. Y, al trotar acudió a mi mente tanto que se dice de las lunas llenas; y cómo ésta —la luna— me seducía a que bajara por la rampa de piedra, para seguir mí trote en la arena de la playa.

Con razón dicen que la luna llena alborota a los lobos, a las olas y a las almas inquietas.



Y a propósito de almas, no podía creerlo, ni un alma a mi vista que disfrutara lo que yo estaba disfrutando, una pálida luz, pero lo suficientemente fuerte para ver con claridad a distancia, y en mi trotar la luna me seguía seduciendo: "Anda, aprovecha, estás solito deja de correr, quítate los tenis, y métete a nadar conmigo".


Luna seductora, ya merito me convencía, pero yo seguí trotando. Ésta enojada se escondió tras de las nubes, y me retiró su majestuoso brillo.

A memoria y por instinto seguí mi trote por la arena húmeda que van dejando las olas cuando se alejan... Ya no salió la luna. 

Y, de repente me quedé sin luz en la penumbra. 

De extremo a extremo esta playa privada mide aproximadamente un kilómetro, y me encontraba en el extremo sur —seguro de mí mismo— no quise esperar a que saliera la luna y seguí mi trote por la humedad que va dejando la marea de esta súper luna, que a través de las nubes iluminaba apenas un poco.

Un kilómetro casi a oscuras.

Subí la rampa, como si conociera cada grieta y cada piedra que hay en el suelo, hasta que las luces de los negocios me hicieron el favor de iluminar mi camino; no me detuve y seguí trotando. Me acerqué a la carretera, y seguí mi trote por la Libre (la carretera que va a Ensenada). 

Una patrulla se detuvo a unos cuantos pasos de donde iba, saludé y les dije bajo delirio de persecución "estoy entrenando".  No me contestaron, se quedaron ahí los oficiales, y yo seguí mí camino bajo un suave trote; al avanzar un poco hacia adelante me di cuenta que estaban "cazando" a un presunto culpable de algo, pero en paz continué mi ejercicio.

No te fijes, trota. No te detengas, trota... suave, suave, sigue tu trote... Sin querer me hice una y otra arenga; comandos hechos cantos en mi mente para auto-motivarme.

Trote, suave, ligero, tranquilo...

Un "¡bravo, bravo! ¡Sí se puede!" de unas muchachas en la Oxxo interrumpió la canción de mis adentros.

Avancé otro kilómetro, a parte de los que ya había hecho en la playa, y me regresé a las calles vacías de mi villa, para seguir mí trote. Noté que los perros no me ladraron, si no hubiera sido por las porras que me lanzaron aquellas muchachas, yo también hubiera creído que soy un corredor fantasma (que defraudó a la luna).


Texto: Leopoldo Espinosa.





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